miércoles, 30 de noviembre de 2011
Contigo - Fito Páez y Joaquín Sabina
domingo, 27 de noviembre de 2011
lunes, 31 de octubre de 2011
Friends and Lovers - Incubus
jueves, 20 de octubre de 2011
Heart
Hay un texto de Paul Auster titulado “El libro Rojo”; es una colección de cuentos cortos, tal vez reales, tal vez no. Hay uno principalmente que logra llamar mi atención. Se trata de una moneda que podría ser fácilmente el Zahir de Borges, que es lanzada desde la ventana de su casa y nunca toca el piso.
Mi historia no es con una moneda sino con un CD. Pero para hablar del CD tendré que hablar de ella, y antes de ella está él, y más atrás –o más adelante, mejor- estoy yo. El día de su cumpleaños –el de él- ella me llamó a pedirme que la acompañara a comprar un vino y un CD para él. Yo, callándome todo, accedí a acompañarla y sugerirle un buen vino Chileno Extra seco y un CD de esta banda que sabía que a él le iba a gustar porque él y yo éramos muy buenos amigos en ese entonces y compartíamos los mismos gustos, sobre todo en música y en “ella”. Luego de hacer las compras fuimos hasta el bar donde él nos estaba esperando, aunque sin mucha mora me despedí rápido y me fui para otro bar –necesitaba un trago o dos- No sé cómo siguió la noche, pero puedo imaginar cosas. Luego de un tiempo en que dejé de frecuentarlos supe por un amigo que las cosas se habían terminado, y que él había decidido regalarle el CD a mi amigo porque sencillamente no quería tenerlo más en su poder. Mi amigo lo aceptó porque para esos son los amigos y porque todos teníamos el mismo gusto musical. Y a mí aún me gustaba ella. Cuando mi amigo me contó del CD en su poder no pude evitar pedirle que me lo dejara ver, pues desde que la empleada de la tienda de discos lo había empacado no lo había vuelto a ver y ya habían pasado varios años, tal vez 2. Para mi sorpresa el CD estaba intacto como si jamás lo hubieran escuchado, el librito con las letras de las canciones estaba sin anotaciones y sin rayones. Le pedí a mi amigo que me lo prestara el fin de semana para poder escucharlo -Realmente estaba buscando tenerla a ella por ese fin de semana, pero no sabía dónde estaba, y lo único que encontré fue el CD- Al lunes siguiente fui hasta la casa de mi amigo y le entregué el CD como se entrega un mapa de un tesoro. Con el tiempo los volví a ver a él y a ella tomados de la mano. Me contaron que estaban viviendo juntos en la capital y que todo iba bien en sus vidas. Mi amigo también se iba para la capital y me llamó para despedirse invitándome a su casa. Cuando llegué tenía en su mano un paquete que me extendía su mano. Ahí supe que me estaba entregando el CD que ella le había dado a él, pero que él le había regalado a mi amigo. Sin decir mucho y diciéndolo todo me dijo que ese CD siempre había sido mío, desde el mismo momento en que ella lo compró.
El narrador de la historia de Paul Auster, que puede ser el mismo Auster, no se explica cómo más tarde a la entrada de un estadio ese mismo día encuentra una moneda que podría ser la misma que nunca tocó el piso de su calle.
martes, 11 de octubre de 2011
Smashing Pumpkins - 33
miércoles, 5 de octubre de 2011
Ciudad de Pobres Corazones - Fito Páez
domingo, 18 de septiembre de 2011
Off He Goes - Pearl Jam
lunes, 5 de septiembre de 2011
A wolf at the door - RadioHead
miércoles, 17 de agosto de 2011
Anathema - Lost Control
lunes, 1 de agosto de 2011
Belinda - Ben Folds
sábado, 16 de julio de 2011
Björk - Hunter
jueves, 7 de julio de 2011
Prisioneros - South American Rockers
lunes, 20 de junio de 2011
Just - Radiohead
domingo, 12 de junio de 2011
miércoles, 18 de mayo de 2011
Join the dots
On Melancholy Hill - Gorillaz
martes, 5 de abril de 2011
A song for the lovers - Richard Ashcroft
Fue Ferdinan de Saussure el que se inventó esa vaina del significado y el significante. Algo así como que si alguien me dice “árbol”, yo inmediatamente representaré una imagen de un árbol en mi cerebro -en este caso sería el “happy tree”, que queda frente a mi casa-. Después de este señor vinieron muchos más con ideas locas sobre representaciones mentales y símbolos y signos y no sé qué más. Vino Umberco Eco y una novela llena de imágenes, vino Barthes con un libro completo sobre imaginarios y demás, llegó Derridá, Bachelard, Bahktin, Kristeva y otro combo de locos y locas a explicarnos lo que las ciencias sociales y la humanística ahora llaman Semiótica. Suena como si alguno de ellos se hubiera miado a goticas en los pantalones.
Pero ahí no queda todo. Después les dio por decir que existe un símbolo arbitrario; o sea que algo puede ser, pero que no es. El mismo árbol mencionado arriba puede no ser un árbol sino un puente, una canoa, un derrumbe. Sí, lo sé; es confuso y complicado.
Cuando conocí sobre este tema, me interesé en conocer más, en descubrir la razón detrás de cada símbolo, de cada signo, de los signos que nos rodean, de los signos que nos inventamos por distintas razones: hacerle “rosca” a un amigo desde la ventana del bus, “picarle” el ojo a la nena de atrás, levantar el dedo pulgar de la mano derecha, levantar el dedo corazón al conductor de la misma buseta de la cual le habíamos “hecho rosca” al amigo que se quedó haciendo lo mismo desde el andén.
Todos estos signos, más otros tantos miles que nos definen, nos delimitan o nos impulsan como en este caso. Bueno, todo esto para decirte que entiendo tus señas, que sé que cuando apagas los ojos lentamente y los abres rápidamente, me estás diciendo que te llame; sé que cuando haces dos puntos + P mayúscula en el chat de Facebook (:P), me estás sacando la lengua porque quieres un beso; que si tropiezas conmigo en las escaleras y me dices que casi te tumbo, que me vas a demandar y que te duele el tobillo, lo que esperas es que realmente te alce y te pida disculpas mientras beso tu tobillo intacto; que cuando estás con ese man que aún no sé si es tu novio o no y no me miras en lo absoluto, sé que quieres que te rescate, llame un taxi y nos larguemos de este manicomio de una vez por todas.
Crimen - Gustavo Cerati
Cuando Tom Yorke decidió grabar un disco en solitario (The Eraser), lo único que tenía en mente era pensar más en sí mismo, en sus necesidades, en sus preferencias; y a pesar de extrañar a sus compañeros que tenían radios por cabezas, él siguió con su proyecto. Algo muy sincero, muy propio. Sin guitarras distorsionadas, sin pedales escandalosos, sin sintetizadores discordantes. Sólo él y su piano. Y por supuesto, su cabeza sin un radio cerca.
Cuando Eddie Vedder fue impulsado a escribir las letras para la última película de Sean Penn (Into the Wild), él ya sabía lo que tenía que decir, lo que iba a decir. Lo tenía allí desde tiempo atrás cuando sus demás compañeros del Ten Group no le prestaban suficiente atención. Así que Ed sacó su guitarra, su ukele y escribió lo que hubiera escrito Christopher McCandless el día que decidió abandonar todo para adentrarse en el bosque. Por supuesto, Eddie también necesitaba internarse en el bosque, sin guitarras fuertes o bajos lo suficientemente rítmicos.
Cuando Brandon Flowers se alejó de los demás asesinos –tal vez por ser mala compañía- sabía que tenía que pensar en algo distinto. Algo que lo exonerara de tantas muertes que había causado con su pandilla de killers; por eso pensó en un trabajo donde pudiera contar historias otra vez. Nombrar a Valentina; hablar de los jóvenes y de fuegos cruzados (Flamingo).
Hoy el Señor Kú –también conocido como Q- está tranquilo. Si supiera tocar la guitarra, lo haría, y cantaría sobre sí mismo (Walt Whitman) o contaría un cuento sin moraleja o hablaría de ella. Al terminar, sé que sonreiría y daría las gracias por la alegría de ser más honesto consigo mismo.
martes, 15 de marzo de 2011
domingo, 20 de febrero de 2011
Se llamaba Álvaro de Campos, y también Alberto Caeiro; aunque siempre fue Ricardo Reis o Roberto Soares. Todos eran el mismo Fernando Pessoa, aquél poeta Portugués. Así también le pasa al señor Q, o Kú para sus amigos. Algunas veces él es Martin Tupper, otras tantas es Ted Mosby, Michael Dorian o Jerry Seinfeld. El primero es un man que toda la vida ha visto televisión y todo lo que ve o todo lo que dice, le recuerda una escena de una película de esas a blanco y negro. El segundo, Ted Mosby, siempre está en el mismo bar con sus amigos tratando de buscar a la chica perfecta para poder contarle a sus hijos en el futuro. Michael Dorian, el tercero, es un doctor muy inseguro de sus capacidades y siempre imagina cosas improbables como 99 Globos Rojos en un hospital. El último es Jerry Seinfeld, un comediante un poco ocurrente que siempre usa tenis en vez de zapatos elegantes. Los que creó Pessoa siempre escribieron poesía o ensayos literarios. Los que creó Kú, no fueron creados por él, pero se parecen mucho a lo que él es: 30añero, aún usa tenis, todo le recuerda alguna película, siempre está en el mismo bar con sus amigos y aún imagina 99 Globos Rojos. Personajes muy honestos, muy humanos. A veces son mentirosos y atrevidos, hasta infantiles. Otra cosa curiosa es que en cada temporada todos estos personajes aparecen con una chica distinta. Yo creo que Pessoa pensó lo mismo cuando le dio vida sus heterónimos (más de 50). Kú lo sabe. Kú siempre ha vivido frente a un televisor. Siempre ha disfrutado las risas grabadas en sus series favoritas (Dream On, How I met your Mother, Seinfeld, Scrubs) y lamenta que en su vida no las haya; sobre todo para aquellos momentos en que dice algo gracioso que suele ser, en el mayor de los casos, una mentira.
lunes, 7 de febrero de 2011
Yahweh - U2
viernes, 28 de enero de 2011
The Space in Between - How to destroy angels
Aún siendo niña, no creo que haya sido tan niña. Tal vez por eso nunca aprendió a patinar, o a montar en bicicleta o a nadar. No tiene raspones en las rodillas, ni cicatrices en los codos. Ella siempre prefirió vestir su Barbie y pensar como una señorita. Así se lo dijo su mamá Tienes que ser toda una señorita a donde quiera que vayas. Ella lo entendió y por eso siempre actuó como una señorita, mas no como una niña. Siempre que vestía a su muñeca, pensaba en la ropa que ella tenía que usar también; la mejor obviamente, la más –como diría ella- fashion. Pensar en autos lujosos, en tener de todo para la casa. En su biblioteca existía un libro de Louisa May Alcott llamado “Mujercitas” (Little Women). No creo que lo haya leído alguna vez, pero supo que tenía que ser una mujer antes de ser una niña; por eso, mientras juntaba a su Barbie y a su Ken para un beso plástico de esos de telenovela, ella cerraba los ojos y se imaginaba siendo su muñeca.
Hoy tiene todo lo que siempre quiso, todo lo que le enseñaba a su muñeca, y sus amigos siguen siendo igual de imaginarios.