jueves, 20 de octubre de 2011

Heart

Hay un texto de Paul Auster titulado “El libro Rojo”; es una colección de cuentos cortos, tal vez reales, tal vez no. Hay uno principalmente que logra llamar mi atención. Se trata de una moneda que podría ser fácilmente el Zahir de Borges, que es lanzada desde la ventana de su casa y nunca toca el piso.

Mi historia no es con una moneda sino con un CD. Pero para hablar del CD tendré que hablar de ella, y antes de ella está él, y más atrás –o más adelante, mejor- estoy yo. El día de su cumpleaños –el de él- ella me llamó a pedirme que la acompañara a comprar un vino y un CD para él. Yo, callándome todo, accedí a acompañarla y sugerirle un buen vino Chileno Extra seco y un CD de esta banda que sabía que a él le iba a gustar porque él y yo éramos muy buenos amigos en ese entonces y compartíamos los mismos gustos, sobre todo en música y en “ella”. Luego de hacer las compras fuimos hasta el bar donde él nos estaba esperando, aunque sin mucha mora me despedí rápido y me fui para otro bar –necesitaba un trago o dos- No sé cómo siguió la noche, pero puedo imaginar cosas. Luego de un tiempo en que dejé de frecuentarlos supe por un amigo que las cosas se habían terminado, y que él había decidido regalarle el CD a mi amigo porque sencillamente no quería tenerlo más en su poder. Mi amigo lo aceptó porque para esos son los amigos y porque todos teníamos el mismo gusto musical. Y a mí aún me gustaba ella. Cuando mi amigo me contó del CD en su poder no pude evitar pedirle que me lo dejara ver, pues desde que la empleada de la tienda de discos lo había empacado no lo había vuelto a ver y ya habían pasado varios años, tal vez 2. Para mi sorpresa el CD estaba intacto como si jamás lo hubieran escuchado, el librito con las letras de las canciones estaba sin anotaciones y sin rayones. Le pedí a mi amigo que me lo prestara el fin de semana para poder escucharlo -Realmente estaba buscando tenerla a ella por ese fin de semana, pero no sabía dónde estaba, y lo único que encontré fue el CD- Al lunes siguiente fui hasta la casa de mi amigo y le entregué el CD como se entrega un mapa de un tesoro. Con el tiempo los volví a ver a él y a ella tomados de la mano. Me contaron que estaban viviendo juntos en la capital y que todo iba bien en sus vidas. Mi amigo también se iba para la capital y me llamó para despedirse invitándome a su casa. Cuando llegué tenía en su mano un paquete que me extendía su mano. Ahí supe que me estaba entregando el CD que ella le había dado a él, pero que él le había regalado a mi amigo. Sin decir mucho y diciéndolo todo me dijo que ese CD siempre había sido mío, desde el mismo momento en que ella lo compró.

El narrador de la historia de Paul Auster, que puede ser el mismo Auster, no se explica cómo más tarde a la entrada de un estadio ese mismo día encuentra una moneda que podría ser la misma que nunca tocó el piso de su calle.

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