miércoles, 24 de noviembre de 2010

He querido hacer un cambio de color y de estilo al blog, pero no se preocupen; ya que van a seguir encontrando historias del señor Kú, quien aún prefiere ser conocido como Q, a secas. Así como también buenos temas y una que otra reflexión sobre algún libro o cuento leído, sin dejar de lado, por supuesto, todo el cariño por las letras y las niñas y las guitarras.
Un abrazo.

Rebellion (Lies) Arcade Fire

El señor Kú camina hacia su biblioteca. Se detiene frente a los mismos libros que ve todos los días y que leyó hace tanto tiempo. Extiende su dedo índice derecho, o mejor aún, su dedo índice derecho se extiende solo como si buscara algo con el tacto, mas no con el pensamiento. Este dedo se detiene de repente en un lomo azul en el que se alcanza a leer el nombre de un hombre ya muchas veces revisado. El dedo índice derecho necesita ahora compañía y colaboración para poder extraer ese volumen de tantas páginas y tantas letras. La mano derecha entera se extiende y participa de la búsqueda, y ésta a su vez insiste en llamar a toda la mano izquierda para que ayude a sostener una parte de este texto mientras el dedo índice derecho sigue buscando algo voluntariamente; busca un título- el diario a diario. Un cuento breve y por lo mismo breve tantas veces ya leído. Apenas el dedo encuentra la página, le indica a la mano derecha que se desplace hasta allá, mientras le indica a la izquierda que sostenga las demás páginas que no serán útiles en esta ocasión. El diario a diario no resulta nada nuevo a como el señor Kú lo recuerda; sin embargo, alcanza a esbozar una sonrisa y decirse para sí mismo es justo como lo recuerdo. Cortázar no ha cambiado, el cuento sigue siendo el mismo, pero Kú sí ha cambiado: la primera vez que lo leyó, quedó maravillado por su simplicidad y complejidad; la segunda vez siguió siendo llamativo e ilustrativo; ya no sabe cuántas veces lo ha leído, pero siempre que lo lee algo cambia en él.

¿Para qué releer una historia que ya sé en qué termina?, se pregunta. Tal vez no me sorprenda tanto como esa primera vez.

El cuestionamiento sigue: ¿Por qué volver a ver esta película de Jim Carey y Kate Winslet si ya sé en qué van a parar? Se pregunta esto mientras su dedo índice derecho señala la palabra metamorfosis, la última palabra de este cuento, y descubre que sí, que en efecto él ha cambiado, sólo que ahora sí se atreve a darse una respuesta: releer a Cortázar es intentar repetir ese beso que nos dimos en una calle sin nombre en una noche oscura en un año bisiesto. En últimas, no lo sé. Lo sorprendente de esto es que lo dice en voz alta mientras esboza una gran sonrisa que le dirige a ella.

domingo, 7 de noviembre de 2010

I still remember - Bloc Party

Traiciones de la Memoria, se llama el último texto del escritor colombiano Héctor Abad Faciolince. Un texto ameno, sincero y lleno de historias ciertas o tal vez ni tanto porque sigue siendo su historia y ésta puede estar llena de baches y vacíos y mentirillas. Aún así, yo le creo.

Leyéndolo, recordé una canción de Fito que canta ordenando libros viejos que leí, pero olvidé. Y sé que éste también lo olvidaré, que jamás seré como Ireneo Funes el memorioso; aquél personaje entrañable de Borges -o tal vez el mismo Borges- … Nosotros, de un vistazo, percibimos tres copas en una mesa; Funes, todos los vástagos y racimos y frutos que comprende una parra. Sabía las formas de las nubes australes del amanecer del treinta de abril de mil ochocientos ochenta y dos y podía compararlas en el recuerdo con las vetas de un libro en pasta española que sólo había mirado una vez… así lo describe el escritor argentino. Y acá viene otro personaje que olvidé, El tonto de la buena memoria. Un personaje que aparece en la novela El Santo Oficio de la Memoria de otro argentino (Mempo Giardinelli), y que al igual que Funes, lo recuerda todo; tal vez para su bienestar, aunque no está muy seguro de ello cuando se pregunta ¿Para qué te vas a acordar de algunas cosas, para lastimarte?

Pero dejemos a los argentinos a un lado y volvamos a los colombianos, volvamos a Abad, a mí, y en últimas a ti. Así es la memoria: lo que uno recuerda, otro lo olvida, lo que es importante para uno, para otro carece de importancia y lo borra para siempre, llegándolo a negar aunque le haya ocurrido, dice Abad al principio de su testimonio. Tal vez no lo recuerdes, pero soy el mismo cholo que te invitó a cenar y luego a bailar, soy el mismo tonto que se rehúsa a olvidar tu teléfono, tus besos, tu rostro, tus palabras. El mismo que olvida los buenos libros que ha leído, pero que no olvida esas lágrimas que brotaron de tus ojos y los míos cuando confesaste que te casabas y te ibas a otra ciudad. Afortunadamente, no recuerdo tu nombre de casada.