Cuando Tom Yorke decidió grabar un disco en solitario (The Eraser), lo único que tenía en mente era pensar más en sí mismo, en sus necesidades, en sus preferencias; y a pesar de extrañar a sus compañeros que tenían radios por cabezas, él siguió con su proyecto. Algo muy sincero, muy propio. Sin guitarras distorsionadas, sin pedales escandalosos, sin sintetizadores discordantes. Sólo él y su piano. Y por supuesto, su cabeza sin un radio cerca.
Cuando Eddie Vedder fue impulsado a escribir las letras para la última película de Sean Penn (Into the Wild), él ya sabía lo que tenía que decir, lo que iba a decir. Lo tenía allí desde tiempo atrás cuando sus demás compañeros del Ten Group no le prestaban suficiente atención. Así que Ed sacó su guitarra, su ukele y escribió lo que hubiera escrito Christopher McCandless el día que decidió abandonar todo para adentrarse en el bosque. Por supuesto, Eddie también necesitaba internarse en el bosque, sin guitarras fuertes o bajos lo suficientemente rítmicos.
Cuando Brandon Flowers se alejó de los demás asesinos –tal vez por ser mala compañía- sabía que tenía que pensar en algo distinto. Algo que lo exonerara de tantas muertes que había causado con su pandilla de killers; por eso pensó en un trabajo donde pudiera contar historias otra vez. Nombrar a Valentina; hablar de los jóvenes y de fuegos cruzados (Flamingo).
Hoy el Señor Kú –también conocido como Q- está tranquilo. Si supiera tocar la guitarra, lo haría, y cantaría sobre sí mismo (Walt Whitman) o contaría un cuento sin moraleja o hablaría de ella. Al terminar, sé que sonreiría y daría las gracias por la alegría de ser más honesto consigo mismo.
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