martes, 23 de marzo de 2010

Like a friend - Pulp


Charles Dickens escribió muchas historias sorprendentes, crudas, reales, alegres, picarescas, tristes, románticas, y sobre todo interesantes (David Copperfield, Oliver Twist, A Christmas Carol, The mystery of Edwin Drood, entre otras.). Mi gran favorita, tengo que admitirlo, es Great Expectations. Y debo ser más sincero y decir que más que la novela, me gusta la versión llevada al cine en 1998 por Alfonso Cuarón . Los personajes son un tanto solitarios y por lo tanto, sinceros. La historia es muy normal: cursi-románticona con un man que no deja de pensar en la chica (Stella). Lo que me gusta de la película –y de la historia- es como el poder de un beso puede volver a un tipo algo torpe. Nuestro personaje (Finn), siendo aún muy chico, va a tomar agua de una fuente y cuando menos lo espera los labios de ella se chocan con los suyos, y uno no puede dejar de ver la cara de sorpresa –o de torpeza, mejor- y saber que ya no puede hacer nada, que de ahora en adelante pensará en besar esa sonrisa otra vez. A medida que la película continua, se repiten varias escenas con este mismo esquema: el beso inesperado y abrumador, y una vez más la cara de torpeza –digámoslo de una vez- de Finn.

Nota: yo sé que es demasiado tarde para hacer alguna crítica de esta película que se estrenó hace más de 10 años. Eso está claro, pero puedo decir –para justificar esta entrada- que volví a verla hace dos semanas en casa de un amigo, y pues que estoy estrenando blog. Ojalá sean razones suficientes.

La parte que más me llamó la atención esta vez es cuando Stella llega al apartamento de él y le dice que la pinte. A medida que él se reincorpora de su sueño, ella empieza a despojarse, despreocupadamente, de su camisa verde oliva, de su falda negra corta, y la música es lenta (Don't bother saying you're sorry. Why don't you come in?), él sigue pensando en cómo pintarla, en cómo empezar su obra; hasta que llega un “Just to do it again”, acompañado de un fuerte riff de guitarras y Finn no puede más sino hacer rayones sobre rayones, mientras Stella se empina, se para, se sienta, se coge el cabello, se lo suelta, se despeina, fuma, vuelve y fuma, mira por la ventana, mira a Finn, inspira una entrada de blog, y la canción sigue más rápida…

You are the last drink I never should drunk. You are the body hidden in the trunk. You are the habit I can't seem to kick. You are my secrets on the front page every week…

…para decirle, finalmente: it’s lucky for you that we’re friends.

Y es ahí cuando ella recupera su camisa verde oliva abandonada adrede sobre la silla, su falda negra corta, su bolso, se pone de pies y se va. La misma sensación del beso a medias, de “ver y no tocar”, de “¡qué lindo que somos amigos!”, de la “nostalgia del melómano”, de final de temporada de Warner Channel.

La canción es de PULP. La culpa es de uno cuando no enamora (Benedetti –el poeta, no el político).

http://www.youtube.com/watch?v=snouZdW2IWg

viernes, 19 de marzo de 2010

Out of time man - Mano Negra

En La nostalgia del melómano, novela del escritor colombiano Juan Carlos Garay, el narrador logra expresar fácil y claramente lo que sucede cuando una canción llega a su fin, y lo que es una colección de discos amontonada. El narrador, cuyo nombre no recuerdo ahora, afirma que tener música es tener nada; si tú tienes un disco y quieres escuchar una canción que hace rato no escuchas, y llegas a tu casa, prendes el equipo, el stereo, el tornamesa, la grabadora, el microcomponente –que no es ni tan micro ni tan componente-, tomas el disco en tus manos, levantas la tapa o el estuche –si es vinilo-, lo pones en la bandeja y escuchas la canción, vuelves a quedar incompleto –por no decir solo. Esta es la nostalgia del melómano: descubrir que tienes una colección de objetos inanimados (CDs, vinilos, cassettes) y que luego de escuchar una canción que te trae algún recuerdo, cuando se acaba, tienes dos posibilidades, bien sea, a. escucharla de nuevo, o b. recordar solo. Obviamente, ambas posibilidades llevan a lo mismo.

Qué bueno sería, por ejemplo, escuchar la misma canción durante 10000 Days (Tool). O 19 días y 500 noches (Joaquín Sabina). O por los menos durante 1000 horas (Los abuelos de la nada), o Three days (Jane’s Addiction). O qué bueno sería escuchar una canción a las 10:15 Saturday night (The Cure). O tal vez escucharla 25 horas al día, vida mía (Proyecto 1). O saber que esa canción va a durar más de 25 minutes (Johnny Cash). Tan solo escucharla por 5 days alone (Pantera). O quizás por 13 minutes (A perfect circle). O 5 minutos (RBD). O 4 minutes (Madonna). O 52 seconds (Bad religión). O por lo menos Seven seconds (Youssou N’dour). O solo Seconds (U2). O que estará junto a ti por un buen Tiempo (Jovannoti - Jarabe de Palo).

Escuchar una canción, la que sea, es entonces un placer que aunque te dejará solo más adelante, te recordará por qué compraste ese cidí, por qué te dan ganas de correr o de bailar o de sentarte o de gritar …lo que sea. Lo importante es combatir la nostalgia, y eso sólo se hace con otra canción, otro álbum, otro disco.

jueves, 11 de marzo de 2010

With arms wide open -Creed

La culpa de todo la tiene Nabokov. También Kawabata y García Márquez. Al igual que ellos yo también tuve un amor indebido, una historia pequeña, o mejor, con una pequeña. Por efectos legales obviaré su nombre y el mío, pero sí puedo escribir que sucedió y que ésta es su historia –o mi historia, aún no lo sé-

Mi Lolita, como lo escribe Humbert Humbert in la novela de Nabokov, ya no es una lolita. Cuando la conocí, llevaba un vestido blanco y no sabía quién era Gustavo Cerati. Cuando la conocí, yo no sabía qué era un beso en la biblioteca teniendo a Poe, a Whitman, a Faulkner, a Steinbeck, a Twain como testigos. Cuando la conocí, ella no sabía de Fito ni de Calamaro, así como yo tampoco sabía que me sudaban las manos.

Esta historia se desarrolló entre dar y no recibir, entre el sí y el no, entre preguntar y no responder, entre otros aguinaldos inocentes y hasta tontos. Lo triste es que siempre perdí en cada juego que intentábamos jugar. Es más, aún hoy creo que debo una invitación a comer o una chocolatina o un beso a escondidas, y por eso hoy estoy pagando esa deuda con esta entrada en este blog. Ahora creo que es a ella a quien le sudan las manos - Ella ya sabe qué es un beso a escondidas en una biblioteca, ya sabe quién es Fito Páez gracias a Monquy Records, ya sabe quién es Cortázar y su capítulo 7, ha escuchado Bocanada, Siempre es hoy, Ahí vamos, Colores Santos y Amor amarillo. Ha viajado y me ha contado; ha dicho y he escuchado; me ha contado y me he entristecido.

Ahora tiene una lolita dentro de ella. Ahora ya dejó de ser una lolita. Ahora la recuerdo con su vestido blanco en aquella presentación. Ahora la veo con su vestido blanco ancho que esconde su pancita. Ahora quisiera que el tiempo no hubiese pasado. Ahora soy más viejo y más calvo. Ahora estoy más solo. Ahora te dejo esta canción. Ahora te escribo este blog.

Para ti, lo mejor. Para todos..todo.

martes, 9 de marzo de 2010

Fix you - Coldplay

Esta entrada también se puede llamar Instrucciones para salvar a quien no quiere ser salvado, tomando como ejemplo al señor Cortázar, a quien no leo hace ya varios años no sé por qué. De música de fondo va a sonar hoy esta canción de esta banda inglesa que puedo decir, fácilmente, es mi canción favorita de esta banda. El título lo dice todo (Arreglarte), el coro lo complementa (Trataré de arreglarte), sí, así como suena, como si fueras un muñeco con los ojos dañados, o un carro a control remoto sin pilas, o una muñeca que hace chi-chí y lastimosamente ha desarrollado cistitis, o como si fueras el mico que toca las platillos y se te acabara de caer uno al suelo…como sea, trataré de arreglarte.

Lo que más me gusta de esta canción es que tiene un matiz muy triste, muy pesimista cuando es todo lo contrario, sobre todo cuando llega la descarga de guitarra acompañada por un fuerte golpe a los tambores. Un sonido que te despierta, que te anima realmente a arreglarte a ti mismo, y a pesar de su ritmo, la letra sigue siendo triste “Tears stream down on your face”, pero es ahí mismo cuando quieres salir corriendo, cuando quieres dejar de lado esa cara larga, o lo que puede ser más interesante aún, correr hacia la persona que está con la cara larga e invitarla a correr contigo, para sacarla de allí y después volver a dejarla allí, donde la encontraste, como la encontraste, como esperaste.

Lo he intentado. He intentado salvar varios casos. No eran tan serios tampoco. No estaban tan mal tampoco. No querían ser salvados tampoco. He llegado corriendo con esta canción a mis espaldas y en mis oídos, me he repetido el coro mil veces, he pensado en aprender a tocar guitarra solo para tocar esa parte, he reinventado esa canción, pero siempre me encuentro con que tal vez sea yo quien deba arreglar primero.

La versión en vivo en el Simón Bolívar el pasado jueves 4 de Marzo me confirmó que es de las mejores canciones de esta banda, y que su puesta en escena con fuegos artificiales y colores fuertes son una buena combinación.

Tears stream down on your face
i promise you i will learn from the mistakes
tears stream down your face
and i...

Lights will guide you home
and ignite your bones
and i will try to fix you

miércoles, 3 de marzo de 2010

Nothingman -Pearl Jam

El título de la entrada de hoy fue toda una discusión personal. No sabía si titularlo Nothing else matters (Metallica), Nothing as it seems (Pearl Jam), Nothing’s gonna change my love for you (Glenn Mederios), entre otras canciones con la palabra nothing ahí. La razón es muy sencilla: nothingness, o en español, nadedad. Sé que la palabra no existe, no se preocupen.

Esta palabra inventada -y hasta rara- me lo topé por primera vez cuando leí un texto del escritor norteamericano Paul Auster, lo que representó más adelante una afición compulsiva a leer su obra, a devorarla, a comprarla para después dejarla comiendo polvo. El primer texto, con el que empezó esto que empiezo se llama The book of illusions, para luego seguir con New York Trilogy, Brooklyn Follies, The invention of solitude, The music of chance, Leviathan, Oracle Night, Travels in the Scriptorium, Timbuktú, y no más; pero lo que siempre me llamó la atención de todas estas obras es, más que la historia en sí, la primera línea de cada texto. En The book of illusions, por ejemplo, el narrador empieza diciendo “Everyone thought he was dead”; en The music of chance, el narrador abre su obra con “For one whole year he did nothing but drive, traveling back and forth across America as he…” , lo que me llevó a investigar un poco más sobre su obra y ahí fue cuando encontré la palabra nothingness.

Al parecer todos los personajes de sus libros, al igual que todas las personas estamos en un momento en que somos, sencillamente, “nada” y nos encontramos en un “no-lugar”. Parece confuso, pero es mucho más sencillo si nos imaginamos en un aeropuerto, o en una parada de bus: somos itinerantes, permanecemos escasamente unos pocos minutos en un lugar que no existe más sino para transitar; nadie se fija en nosotros, nadie se preocupa por nosotros, a nadie le interesa si el avión o el bus se te pasa, si se te pega chicle en el zapato, si llevas suficiente dinero, si estás bien o mal vestido, si tienes la última edición de iPhone o de Chifone, si repetiste las medias de ayer…nada. Tampoco podríamos decir que estamos en un pueblo fantasma, o que somos fantasmas (Ghosts, la segunda novela corta de The New York Trilogy), porque en un pueblo fantasma los fantasmas se conocen entre ellos –tendríamos que preguntarle a Pedro Páramo. Estamos, sencillamente, solos en un “no-lugar” con los oídos tapados o con un libro en la mano, con un computador portátil en nuestras piernas, o con un PSP (si eres estrato 4), o un Tetrix (si eres estrato 2), algo que nos aleja de los demás, algo que Octavio Paz, escritor mexicano, expone en su Laberinto de la soledad así: “Estamos al fin solos. Como todos los hombres. Como ellos, vivimos el mundo de la violencia, de la simulación y del “ninguneo”: el de la soledad cerrada, que si nos defiende nos oprime y que al ocultarnos nos desfigura y mutila. Si nos arrancamos esas máscaras, si nos abrimos, si, en fin, nos afrontamos, empezaremos a vivir y pensar de verdad. Allí, en la soledad abierta, nos espera también la trascendencia: las manos de otros solitarios. Somos, por primera vez en nuestra historia, contemporáneos de todos los hombres”.

Puede sonar desalentador todo esto, hasta deprimente, si se quiere. Obvio. Seré entonces un Nothingman en un no-lugar, acompañado por otros nothingmen o nothingwomen, con mis audífonos puestos cantando Nothing compares to you –la versión de Stereophonics, mientras espero que llegue mi próximo bus para llegar a tu casa y decirte que al final de cuentas no estás tan sola como lo pensaste ayer.

lunes, 1 de marzo de 2010

Pictures of you - The Cure


Acabo de terminar la novela “El museo de la Inocencia”, del señor Orhan Pamuk. Una novela que, al igual que las demás de este turco, logran cautivar(me) y levantar ampolla en Turquía -pero ese es un tema que no me compete- En esta novela, el personaje, que bien podría ser yo, establece una relación con una chica llamada Fusun. Yo sé, por ahora no hay nada nuevo; lo mismo de siempre, una historia cursi como muchas, sólo que desarrollada en el Estambul de los 80tas.
Luego de casi 9 años, nuestro personaje logra reconquistar el amor de Fusun. Nueve años en los que nuestro personaje ha visitado constantemente la casa en la que ella vive con sus padres, y 9 años en los que descaradamente ha tomado objetos personales de esta casa para llevárselos a su apartamento de soltero –donde no vive-. Lo que me sorprendió de esta novela es cómo se resalta la importancia de los objetos como evidencia histórica, cómo las cosas (poema de Borges) pueden narrar nuestra existencia y nuestro ser y estar en el mundo. Al igual que en la novela “La misteriosa llama de la Reina Loana”, del escritor italiano Umberto Eco, el personaje pierde su memoria, y es sólo a través de revistas, de envolturas de chiclets, de canicas, de zapatos, de otras cosas, que logra recordar aquellas cosas que lo formaron como es –o como quiso ser-
Ambas novelas tienden, entonces a resaltar la relevancia de cualquier mínimo objeto en nuestras vidas; y de nuestras vidas compartidas con otros, de nuestras historias entrelazadas con otras historias entrelazadas y éstas a su vez también entrelazadas, y así ad infinitum. Lo cual me hizo pensar en ti…


Si hiciera un museo de ti, tendría las fotos que te he tomado, las fotos en las que estamos juntos, las notas rápidas escritas sobre servilletas, el recibo de pago de aquella blusa o bolso o zapatos –sobre los cuales hablaré más adelante-, postales de sitios de esta ciudad que hemos reinventado; pondría en mi museo de ti los libros que hemos compartido y unas cuantas botellas de vino desocupadas que nos hemos tomado, las entradas a cine, y que sepan que sabíamos ir a cine. Haría el soundtrackde nuestra pequeña historia, y haría que sonara todo el día a un volumen considerable dentro de nuestro museo, expondría el tablero de ajedrez y las cartas de póker; pero sobre todo, expondría en un rinconcito, en una cajita de vidrio, lejos del alcance de niños y de locos apasionados y de verdaderos amantes de museos, este corazón que latió por ti.