lunes, 1 de marzo de 2010

Pictures of you - The Cure


Acabo de terminar la novela “El museo de la Inocencia”, del señor Orhan Pamuk. Una novela que, al igual que las demás de este turco, logran cautivar(me) y levantar ampolla en Turquía -pero ese es un tema que no me compete- En esta novela, el personaje, que bien podría ser yo, establece una relación con una chica llamada Fusun. Yo sé, por ahora no hay nada nuevo; lo mismo de siempre, una historia cursi como muchas, sólo que desarrollada en el Estambul de los 80tas.
Luego de casi 9 años, nuestro personaje logra reconquistar el amor de Fusun. Nueve años en los que nuestro personaje ha visitado constantemente la casa en la que ella vive con sus padres, y 9 años en los que descaradamente ha tomado objetos personales de esta casa para llevárselos a su apartamento de soltero –donde no vive-. Lo que me sorprendió de esta novela es cómo se resalta la importancia de los objetos como evidencia histórica, cómo las cosas (poema de Borges) pueden narrar nuestra existencia y nuestro ser y estar en el mundo. Al igual que en la novela “La misteriosa llama de la Reina Loana”, del escritor italiano Umberto Eco, el personaje pierde su memoria, y es sólo a través de revistas, de envolturas de chiclets, de canicas, de zapatos, de otras cosas, que logra recordar aquellas cosas que lo formaron como es –o como quiso ser-
Ambas novelas tienden, entonces a resaltar la relevancia de cualquier mínimo objeto en nuestras vidas; y de nuestras vidas compartidas con otros, de nuestras historias entrelazadas con otras historias entrelazadas y éstas a su vez también entrelazadas, y así ad infinitum. Lo cual me hizo pensar en ti…


Si hiciera un museo de ti, tendría las fotos que te he tomado, las fotos en las que estamos juntos, las notas rápidas escritas sobre servilletas, el recibo de pago de aquella blusa o bolso o zapatos –sobre los cuales hablaré más adelante-, postales de sitios de esta ciudad que hemos reinventado; pondría en mi museo de ti los libros que hemos compartido y unas cuantas botellas de vino desocupadas que nos hemos tomado, las entradas a cine, y que sepan que sabíamos ir a cine. Haría el soundtrackde nuestra pequeña historia, y haría que sonara todo el día a un volumen considerable dentro de nuestro museo, expondría el tablero de ajedrez y las cartas de póker; pero sobre todo, expondría en un rinconcito, en una cajita de vidrio, lejos del alcance de niños y de locos apasionados y de verdaderos amantes de museos, este corazón que latió por ti.

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