Charles Dickens escribió muchas historias sorprendentes, crudas, reales, alegres, picarescas, tristes, románticas, y sobre todo interesantes (David Copperfield, Oliver Twist, A Christmas Carol, The mystery of Edwin Drood, entre otras.). Mi gran favorita, tengo que admitirlo, es Great Expectations. Y debo ser más sincero y decir que más que la novela, me gusta la versión llevada al cine en 1998 por Alfonso Cuarón . Los personajes son un tanto solitarios y por lo tanto, sinceros. La historia es muy normal: cursi-románticona con un man que no deja de pensar en la chica (Stella). Lo que me gusta de la película –y de la historia- es como el poder de un beso puede volver a un tipo algo torpe. Nuestro personaje (Finn), siendo aún muy chico, va a tomar agua de una fuente y cuando menos lo espera los labios de ella se chocan con los suyos, y uno no puede dejar de ver la cara de sorpresa –o de torpeza, mejor- y saber que ya no puede hacer nada, que de ahora en adelante pensará en besar esa sonrisa otra vez. A medida que la película continua, se repiten varias escenas con este mismo esquema: el beso inesperado y abrumador, y una vez más la cara de torpeza –digámoslo de una vez- de Finn.
Nota: yo sé que es demasiado tarde para hacer alguna crítica de esta película que se estrenó hace más de 10 años. Eso está claro, pero puedo decir –para justificar esta entrada- que volví a verla hace dos semanas en casa de un amigo, y pues que estoy estrenando blog. Ojalá sean razones suficientes.
La parte que más me llamó la atención esta vez es cuando Stella llega al apartamento de él y le dice que la pinte. A medida que él se reincorpora de su sueño, ella empieza a despojarse, despreocupadamente, de su camisa verde oliva, de su falda negra corta, y la música es lenta (Don't bother saying you're sorry. Why don't you come in?), él sigue pensando en cómo pintarla, en cómo empezar su obra; hasta que llega un “Just to do it again”, acompañado de un fuerte riff de guitarras y Finn no puede más sino hacer rayones sobre rayones, mientras Stella se empina, se para, se sienta, se coge el cabello, se lo suelta, se despeina, fuma, vuelve y fuma, mira por la ventana, mira a Finn, inspira una entrada de blog, y la canción sigue más rápida…
You are the last drink I never should drunk. You are the body hidden in the trunk. You are the habit I can't seem to kick. You are my secrets on the front page every week…
…para decirle, finalmente: it’s lucky for you that we’re friends.
Y es ahí cuando ella recupera su camisa verde oliva abandonada adrede sobre la silla, su falda negra corta, su bolso, se pone de pies y se va. La misma sensación del beso a medias, de “ver y no tocar”, de “¡qué lindo que somos amigos!”, de la “nostalgia del melómano”, de final de temporada de Warner Channel.
La canción es de PULP. La culpa es de uno cuando no enamora (Benedetti –el poeta, no el político).
http://www.youtube.com/watch?v=snouZdW2IWg
La pelicula una obra de arte.... la escena una joya!!!
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