Bailar, danzar, rumbiar, mover-el-esqueleto, mover-la-cassettera, azotar baldosa, brillar chapa, como sea que le digamos, tiene muchas significaciones antropológicas, y por ende, sociales y humanas. Re-encontrándome con Mircea Eliade, el escritor suizo, y su texto Mito y Realidad (1963) descubro una vez más el valor inmenso de esta actividad en nuestras vidas –bailar, no re-descubrir- Puedo asegurar que bailar tiene cualquier cantidad de razones que van unidas al mito, y a la justificación del mito a través de un rito. Digamos, por ejemplo, bailar como un rito; de allí la danza de la lluvia, la danza del fuego, la danza de los pelícanos en la playa para llamar la atención de otros pelícanos del sexo opuesto, entre otras danzas (más adelante analizaré el baile del perrito, el baile del marciano, la mayonesa, el carrapicho, la lambada, entre otros). Lo sorprendente de esta acción es que toda cultura tiene sus danzas características y sus movimientos bien definidos (con velas, con sables, con falda, con boleros, en tapa-rabo, en sandalias, descalzos) y que el baile es, por excelencia, una actividad que necesita de dos personas (tango, salsa, bolero, merengue, waltz), aunque hay otros que son grupales, pero no es mi interés señalarlos ahora.
Pensando pues en este bailar, se me ocurrió esta idea expongo hoy: bailar es igual a llevar una relación sentimental. Tengo varias teorías y razones que espero poder explicar lo suficientemente bien.
-Cuando un man invita a bailar a una chica es porque, obviamente, encuentra cierto atractivo en ella, o porque sencillamente, quiere tenerla más cerca.
-Sostener la mano derecha de esta nena en la mano izquierda del man puede ser desastroso o ventajoso para alguno de los dos, pero es supremamente importante saberlo hacer.
-Saber la distancia precisa entre ambos cuerpos es importante.
-Saber quién manda cuando bailan es decisivo.
-Saber decir las palabras precisas en el momento preciso del baile puede llevar al man a la ruina o a la gloria.
Pero vamos por partes…
Debo aclarar primero que no soy un muy buen bailarín, sin embargo, cuando lo hago, trato de hacerlo lo mejor posible y de hacer el tipo de comentario apropiado –a veces no sé qué es lo que digo y termino sentado solo el resto de la noche, y otras pocas termino en un taxi dirigiéndome a la casa de la chica con la que estuve bailando las últimas horas. No pasa muy a menudo, pero pasa!
Saber bailar es saber tener una relación sentimental –hablo, por supuesto, de una relación entre un man y una nena, una relación heterosexual, una relación de película (Rose y Jack, Harry y Sally, Don Armando y Betty). Bailar una canción con ella puede ser tan divertido como compartir un año juntos, hasta que la canción se acaba –lastimosamente- y debes preguntarte si quieres realmente seguir bailando o dejar que se acabe la canción e irte a casa solo. Puedo argumentar aquí que hay veces que uno, sin darse cuenta, termina bailando 1 hora y hasta 3 horas con la misma persona, y no es porque la música sea genial, o porque el DJ esté rotando la mejor música del mundo esa noche, sino porque, sencillamente, estamos rindiendo culto a la existencia del mito a través de, obviamente, el rito. En este caso, el rito de la conquista; o yéndonos bien, el gran mito del amor. Como también se da el caso de aquél baile, o mejor, aquella canción que se torna un potpurrí, una mezcla de canciones sobre canciones, de ritmos bajo el mismo beat, o loop que esperamos que se acabe cuanto antes; que ya hemos pisado aquél juanete derecho varias veces, que creemos que no podemos más con esa mentira de baile, de movimientos exagerados, de palabras tontas al oído, de tontos bailando como gallinas, que ese baile no nos va a llevar a ningún lado, que es mejor que nos sentemos y dejemos esta farsa.
Una relación sentimental puede durar demasiado, un baile también; una relación puede ser agradable, un baile también; una relación se disfruta cuando ambos están en la misma página, un baile también; una relación puede ser un buen esparcimiento –sobre todo para el corazón-, un baile también lo es, una relación puede llevarte al llanto, un baile también; una relación te puede llevar a la cama, un baile también –así como también una infección urinaria-, una relación puede ser la mejor experiencia de tu vida, un baile tal vez no, pero se le acerca.
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