lunes, 20 de septiembre de 2010

-El lobo, el lobo -gritaba aquél niño en la plaza. El mismo que el lobo se devoró al ver que nadie le creía.
-Te amo, te amo -gritaba aquél hombre en la plaza. El mismo que el amor se devoró al ver que nadie le creía.

1 comentario:

  1. ¿Qué nos ha traído la experiencia? Una desconfianza increíble que alarga sus filtros cada vez que alguien se acerca. No creemos en sus palabras dulces, dichas por otros antes que él, llenas de irrealismo y sacadas de un cajón que ya huele a idiotez.

    El problema es que cuando intentamos decir algo, utilizamos las mismas palabras, en las que no creemos, aunque sintamos que son ciertas. Esto es porque el amor involucra el mismo aparato sentimental y físico siempre, cambiando sólo el individuo objeto de nuestro sentimento.

    Y estamos cansados de que no nos crean, incluso cuando apretamos los dientes y forzamos lágrimas y gestos en nuestra ayuda para hacerlo más real.
    Pese a esto, seguimos desconfiando porque, ¿no puede ser real si huele a mentira, cierto?

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