Traiciones de la Memoria, se llama el último texto del escritor colombiano Héctor Abad Faciolince. Un texto ameno, sincero y lleno de historias ciertas o tal vez ni tanto porque sigue siendo su historia y ésta puede estar llena de baches y vacíos y mentirillas. Aún así, yo le creo.
Leyéndolo, recordé una canción de Fito que canta ordenando libros viejos que leí, pero olvidé. Y sé que éste también lo olvidaré, que jamás seré como Ireneo Funes el memorioso; aquél personaje entrañable de Borges -o tal vez el mismo Borges- … Nosotros, de un vistazo, percibimos tres copas en una mesa; Funes, todos los vástagos y racimos y frutos que comprende una parra. Sabía las formas de las nubes australes del amanecer del treinta de abril de mil ochocientos ochenta y dos y podía compararlas en el recuerdo con las vetas de un libro en pasta española que sólo había mirado una vez… así lo describe el escritor argentino. Y acá viene otro personaje que olvidé, El tonto de la buena memoria. Un personaje que aparece en la novela El Santo Oficio de la Memoria de otro argentino (Mempo Giardinelli), y que al igual que Funes, lo recuerda todo; tal vez para su bienestar, aunque no está muy seguro de ello cuando se pregunta ¿Para qué te vas a acordar de algunas cosas, para lastimarte?
Pero dejemos a los argentinos a un lado y volvamos a los colombianos, volvamos a Abad, a mí, y en últimas a ti. Así es la memoria: lo que uno recuerda, otro lo olvida, lo que es importante para uno, para otro carece de importancia y lo borra para siempre, llegándolo a negar aunque le haya ocurrido, dice Abad al principio de su testimonio. Tal vez no lo recuerdes, pero soy el mismo cholo que te invitó a cenar y luego a bailar, soy el mismo tonto que se rehúsa a olvidar tu teléfono, tus besos, tu rostro, tus palabras. El mismo que olvida los buenos libros que ha leído, pero que no olvida esas lágrimas que brotaron de tus ojos y los míos cuando confesaste que te casabas y te ibas a otra ciudad. Afortunadamente, no recuerdo tu nombre de casada.
Lo dije anteriormente: soy un desmemoriado, y por ende olvidé citar a otro argentino que escribe de los recuerdos de sus famas y sus cronopios, y cómo estos últimos dejan sus recuerdos regados por toda la casa, y cuando un cronopio pasa cerca o frente a uno de ellos; éste le pregunta si está bien o que si se ha hecho daño. Tal vez será mejor dejar mis recuerdos sueltos también y volver a ser un cronopio.
ResponderEliminarTraiciones de la Memoria, buen libro de Hector Abad... me encanto tu post, aah y la canción!!, Tal vez es porque me he leido el libro y porque me gusta Borges, aunque me queda la gran tarea de entender bien lo que es un cronopio → en vacaciones lo haré!.
ResponderEliminarLa memoria, la memoria como nos traiciona la memoria... todos somos victimas de ella, pero a mi parecer nosotros lo buscamos, con intención o sin esta la falta de memoria es la excusa por excelencia de toda persona (Ahh! se me olvido... yo no me acordaba..). Existen como mil cosas entre: recetas, remedios, rezos, entre otros contra el mal* de memoria, yo he probado unos cuantos (excluyendo rezos)y no me han funcionado así que mi mal sigue.
*Digo mal porque de aquellas cosas(momentos, personas, libros, canciones, palabras...) que quiero recordar no me acuerdo, pero de las que quiero olvidar, esas las tengo bien presentes.