Tiene 45 años y le da pena que la vean así. Sonrojada, emocionada, nerviosa, sintiéndose extraña y feliz. Curiosamente ya se había sentido así antes. Cuando era joven. Cuando era linda. La última vez que se sintió así fue hace 2 años cuando supo que él existía y quiso saberlo todo: su comida, su rutina, su estilo, sus palabras –que tal vez no fueran para ella-, su color favorito de corbatas y de trajes. Ahora vuelve a sentirse igual y piensa que sí, que el amor llega así de esa manera y que en serio una no se da ni cuenta. La primera vez que le pasó tenía 15 años y fue una experiencia inolvidable y desde ahí quedo con un sabor especial, con una alegría incontenible, o en francés avec une joie de vivre que nadie le quitaría jamás. Éste se llamaba Oscar, y luego vinieron Gabriel, Jorge Luis, Ernesto, Julio, Héctor, Milan, Orhan, Imre, William, Paul, Nick…la cuenta no termina. El nuevo, el que la tiene pensativa detrás de este mostrador se llama Mario. Él no lo sabe, pero cada vez que ella pasa por el estante de literatura latinoamericana no puede dejar de sentirse como la niña mala y suspirar de amor por las palabras y las letras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario